Gestión pasiva
La gestión pasiva de una cartera de inversión consiste en replicar el comportamiento de un fondo índice (ya sea de renta fija o variable) ya que asume que no se puede mejorar las condiciones de crecimiento de dicho índice sin asumir un mayor riesgo. Su objetivo de rentabilidad es el mismo que el de su índice, por ello debe replicar el comportamiento del índice de referencia de la manera más precisa posible.
Para ello, se ajustan las entradas y salidas de los valores del índice y se persigue lograr un “tracking error” (diferencia de rentabilidad con el índice) lo más próxima a cero posible. Cualquier cambio en la composición del índice de referencia deberá verse reflejado también en la cartera de la gestión pasiva.
¿Cuál es la diferencia entre la gestión activa y pasiva de tus ahorros?
El inversor activo emplea su pericia financiera para identificar y aprovechar las oportunidades más prometedoras en diversos instrumentos financieros. Su meta primordial es obtener rendimientos superiores a los índices de referencia del mercado o de su sector específico. La gestión pasiva ocurre cuando el gestor no cree que pueda mejorar las oportunidades de inversión del mercado, por ello imita un índice que ofrezca una rentabilidad y riesgo adecuado a sus inversores.
Ambas figuras deben analizar constantemente el mercado y en función de este, deberán tomar decisiones de inversión sobre la cartera que gestionan. No obstante, el comportamiento del inversor pasivo tiende a seguir siempre una misma estrategia, comprar y esperar, también conocido como buy & hold. Los gestores pasivos suelen operar principalmente con fondos indexados y ETFs, cuyo objetivo es replicar lo que hace el mercado o un índice bursátil concreto.
Ventajas y desventajas de la gestión pasiva
La gestión pasiva suele tener comisiones significativamente más bajas que los fondos de gestión activa, ya que no requieren de un equipo de analistas o gestores que seleccionen activamente las acciones de la cartera. De hecho, tal y como hemos mencionado anteriormente, la estrategia es clara y predecible (buy & hold). Los inversionistas saben exactamente en qué están invirtiendo y cómo se comparan con el mercado.
Aunque la gestión pasiva no elimina el riesgo de mercado, sí elimina el riesgo por la incertidumbre que gira en torno a si los gestores de la cartera superarán las expectativas del mercado. La gestión pasiva ofrece una cartera de inversión ampliamente diversificada al seguir índices compuestos por muchas acciones o activos diferentes, lo que reduce el riesgo específico de empresas o del sector. La gestión pasiva se beneficia del crecimiento global de la economía a largo plazo, sin depender de predicciones. De hecho, a menudo superan a los de gestión activa en términos de rentabilidad a largo plazo.
No obstante, la gestión pasiva no está exenta de riesgos y desventajas:
Su principal desventaja es que al estar ligada a un índice la cartera no puede adaptarse rápidamente a las condiciones del mercado, es decir si el mercado experimenta una caída importante, el fondo pasivo continuará siguiendo al índice sin hacer ajustes. Si el mercado o el índice que sigue el fondo tiene un mal desempeño, el fondo pasivo también lo hará. De hecho, es en las situaciones de crisis cuando la gestión activa brilla al saber aprovechar mejor las oportunidades del mercado. Tampoco ofrece la oportunidad de establecer una estrategia más personalizada, como excluir ciertas industrias o invertir en ciertas empresas. En resumen, la gestión pasiva es ideal para inversores que buscan una estrategia de inversión simple, con bajo coste, riesgo diversificado y con rendimientos constantes a largo plazo.